CUERPO COMO EXPERIMENTO - LITERATURA COMO SALUD

Hay cuerpos que son atravesados como muñequitos de felpa y encarnan desconcertados devenires implacables, allí donde la voluntad nada sabe decir a tiempo, allí donde las respuestas son arrojadas a la cara antes de siquiera poder pronunciar las temblorosas preguntas. Devenires que en su irrupción violenta son acechados luego constantemente por palabras, elucubraciones, que intentan encastrarlos inútilmente en relaciones causa-efecto, 'si p entonces q', 'y no podría ser de otra manera debido a las determinaciones sociales-psicológicas-culturales'... nuevos órganos emergen como tumores alrededor de todo ese flujo deseante, lacerando la piel vieja que a cada paso se tensa, y las palabras van y vienen pegándose a los dulces fluidos como moscas.
Y en el centro de toda esta subjetividad rota, remendada, al final el juego es un abandonarse, la salud un dejarse andar esquizo, andar poeta, militante, andar actriz, enamoradx, andares tontx, malx, alegrx, angustiadx, andar simplemente andar, con los ojitos brillosos, con la risa,
en el vaivén susurrado por todos esxs dramaturgxs incautxs y adorables que saben más del cuerpo que el cuerpo mismo, ese cuerpo solo que nada sabe, que nada sabe...

Antes y después de

Delia empezó a comprender su soltería varios meses después de separada. No importaba quién de los dos se había ido, sea donde fuere que ahora dormía, la habitación le parecía extraña. Y también el resto de la casa.

Había cambiado de trabajo en busca de un mejor sueldo, sin imaginar la sonsera que estaba cometiendo. Prácticamente doce horas fuera, cansada todas las noches, enojada muchas de ellas, apática hasta para dar un saludo al llegar. Qué importaba, si él dormía, comía, raras veces emitía una queja.
Y un buen día, ya no estaban juntos.

Ahora Delia miraba las cortinas y no recordaba si eran de antes o después de separarse, seguramente las compró después, cuando el sol empezó a entrar fuerte por la ventana. Le pareció divertido mirar los objetos y pensar cuáles eran de antes o cuáles de después de, incluso inventaba historias en que cada cosa era la protagonista. Con eso podía reírse horas sola.
Pero a la noche tenía miedo y hasta lloraba cuando los muslos se apretujaban intentando espantar quién sabe qué monstruos fálicos.
Se dio cuenta de que su colchón se achicaba y que en cualquier momento ella tampoco entraría. Por las dudas cuando dormía ponía otro en el piso.

“Deliciosa LaVeloz”, era el nick que se había inventado para charlar con hombres y mujeres y tener sexo sin tocar a nadie. Pensó en poner la webcam alguna vez, pero en el chat prefería las fotos sensuales y seguramente falsas que se intercambiaban.

No recuerda cuando fue que empezó a recibir anónimos por debajo de la puerta.
Todos estaban escritos en computadora y decían más o menos lo mismo: alguien quería cojer con ella, pero desaforadamente cojer, en vivo y en directo. Era raro, porque no le había dado su dirección a nadie. Además las cartas no la mencionaban por su nick, ni mucho menos por su nombre verdadero.
De todos modos, consideró que si alguien quería cojer de verdad incluiría en sus textos alguna forma de contactarle. A menos que fuera un imbécil morboso.

Al principio le pareció muy molesto ser acosada de esa manera. Pero luego comenzó a desear y esperar la llegada de las cartas. A veces eran simples poemas calentones y otras, portentosos gritos elegíacos. Los anónimos se fueron acumulando en una pila sobre la mesa de luz, de donde Delia los tomaba cada vez que la asaltaba la curiosidad o la erótica desesperación.

Pero el amante nunca decía su nombre -ni el de él ni el de ella- y Delia comenzó a sospechar que se había mudado y que las cartas eran para otra, la inquilina anterior. "Una que habrá estado muy buena", pensaba, "y que seguramente sabía quien le escribía".

Aunque trató varias veces de estar atenta, nunca pudo atrapar in fraganti a la persona que le dejaba las cartas. Los vecinos tampoco sabían nada. De alguna manera, ella se las arreglaba para ser silenciosa y no alertar a nadie.

Una noche Delia llegó de trabajar, se ubicó en la vereda del frente, medio oculta por el poste de luz de su vecino y esperó. A lo mejor el tipo venía en algún momento y podía descubrirlo.
Ahí se quedó, mirando la fachada de su casa. La miró durante minutos, parada. Tuvo que sentarse para seguir observando. Se prendió un cigarrillo y al pitarlo se sorprendió, porque ella no fumaba, pero no le dio mayor importancia.
Miró casi una hora, con mucha concentración y con varias colillas descansando a sus pies, pero no hubo caso. A pesar de lo mucho que intentó, no recordaba si la casa era del antes o del después de.
No sabía si llorar o reír, pero la emoción le hizo hacer las dos a la vez.
Quizás, había estado escribiendo todo este tiempo a la dirección equivocada.

No me extrañes...


No me extrañes cuando revises las aulas
y vislumbres reverencias amoratadas de incomprensión
no me extrañes cuando toques tu pelo y descubras animales palaciegos que tardan en resignarse
no me extrañes cuando campo traviesa el hombre aparezca, cansado de trabajar y los algarrobales se tornen sombríos amenazados por el arma blanca
no me extrañes cuando mires el sepulcro de quienes aun oran con el alma arrobada y ceremoniosa
no, cuando construyas tu casa
y desalojes mi ausencia por descarnada.

No me extrañes, no lo harás, cuando tengas un tendal de percusionistas en tu pecho.
Cuando el frío entre estaré recostada en tu espalda con mi canción tediosa
jugando a ser invisible
toda vez que el reloj suene su alarma.


Apiadado de las involuciones esotéricas
su cabello
se abre al precipicio
del rostro agotado,
acaricia el semblante
de tibia nebulosa parda,
de donde comen pequeñas abejas
hasta llenar de sus ojos el sopor de la casa.


Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo

ya no sabemos qué hacer con el viento que nos arrastra
con el azul que no es azul
con el tiempo que no es verdadero -y nos corre-
con nuestras delicias que no son francas
con las veleidades que acostumbramos

ya no sabemos qué pensar de las jaulas y de los árboles
de los ríos , las lagunas y los mares
de la luz y la oscuridad
de las miles de especies de aire que nos conforman/y nos componen

ya no sabemos qué hacer con la impaciencia de los días
el vaivén emocional
la sensibilidad contrera
y de mendigar caricias
nos hemos cansado,
de rodar entre las sábanas
arguyendo desconocimiento de causa,
plenos de sobreentendidos,
porque al final el amor
es "eso que hacen lxs demás"


y se nos han encallado los dedos
de excusas a medio escribir
anudado las tripas
complicado las hermosas trampas, se nos han,

y no sabría decir porqué aun no se nos cae la cara
de decir tantas pero tantas boludeces
con la poesía como coartada,
con esa falta de delicadeza
propia de quienes no entienden
que no quieren entender.
Y avanzamos inconclusos
retándole a la nada
como si a ella se le moviera el flequillo
emperrándonos en caer
otra vez
y la cuadratura del círculo es una desaparición en el triángulo de las bermudas
y la quinta pata del gato es el fundamento de la historia de lo no dicho
y sos vos soy yo donde prima la ausencia

porque al final no sé que hacer
con las esquirlas de tu abrazo
con este acumulamiento de clichés en mi espalda
AY me duelen ! en la esquina de mi casa
en el patio donde se borran los recuerdos
ahí mismo en el fondo de la huída

se me clausuran los labios rebeldes
que antes tanto sabían

y que ahora por incautos ya no saben -ya no- qué hacer con tanto cielo

se estremecen los pájaros
que se ríen de vos
en mi cara.