No me extrañes cuando revises las aulas
y vislumbres reverencias amoratadas de incomprensión
no me extrañes cuando toques tu pelo y descubras animales palaciegos que tardan en resignarse
no me extrañes cuando campo traviesa el hombre aparezca, cansado de trabajar y los algarrobales se tornen sombríos amenazados por el arma blanca
no me extrañes cuando mires el sepulcro de quienes aun oran con el alma arrobada y ceremoniosa
no, cuando construyas tu casa
y desalojes mi ausencia por descarnada.
No me extrañes, no lo harás, cuando tengas un tendal de percusionistas en tu pecho.
Cuando el frío entre estaré recostada en tu espalda con mi canción tediosa
jugando a ser invisible
toda vez que el reloj suene su alarma.
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